No siempre la escriben los que ganan

Las series biográficas tienen que competir con nuestros recuerdos. Difícilmente la ficción de Maradona pueda tener mayor impacto que la imagen viva del Diego, que brilla con todo su esplendor en el documental de Asif Kapadia. Ante ese desafío, las biopics que buscan narrar con “objetividad” corren el riesgo de ser tan interesantes como un perfil de Wikipedia escrito por inteligencia artificial. De todos modos, son negocios seguros para las plataformas, porque se siguen multiplicando. Solo en Argentina, ya tienen luz verde las de Menem, Coppola y Lanata. “Nosotros no estamos haciendo un documental”, se desmarca Max Borenstein, el showrunner de Winning Time, la serie sobre la dinastía de Los Lakers. Y ese es su primer acierto: jugarse por la ficción.

Nota en La Agenda Revista https://laagenda.buenosaires.gob.ar/contenido/43966-no-siempre-la-escriben-los-que-ganan

MENTIRAS VERDADERAS

Después de la revisión de los noventas a través Michael Jordan (The Last dance y Air), Winning Time se propuso replicar el éxito de la mano de otro MJ. Durante la década del ochenta, el equipo de Magic Johnson ganó cinco anillos de la NBA transformando al básquet en un negocio multimillonario. El spoiler en este caso juega a favor de la historia, ya que la promesa es ver cómo llegaron a ganar. Sin embargo, conformarse con esa satisfacción garantizada implica un riesgo. Como ejemplo están las películas de Freddy Mercury y Elton John, donde disfrutamos del camino a la fama en la primera hora y luego el drama superficial no logra sostener el relato. Por eso las quejas públicas de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y Jerry West acerca de la veracidad de la serie son buena señal. “La gente se pregunta cómo podemos contar la historia de Los Lakers sin ellos. Mi respuesta es ¿cómo podemos contarla con ellos?”, explicó John C. Reilly, que encarna a Jerry Buss, el empresario que le puso show a la NBA. Desconfíen de toda biopic que incluya a los protagonistas en el proceso creativo.

Las mejores biografías son las que usan a los personajes reales como vehículos para narrar ficción. Quedar bien con todos es el camino más directo hacia el fracaso. La prueba está en la propia serie, cuando Pat Reiley queda al mando del grupo, sus jugadores se aprovechan de su bondad y el resultado es un equipo sin alma. Recién cuando lo confirman como entrenador junta el valor de pegar los gritos necesarios para despertarlos. Para decidir bien es clave no temerle al conflicto. Y Winning Time se nutre de ellos al mostrar a Los Lakers derrotados en la segunda temporada. Con Magic lesionado, el equipo partido y el técnico montado a un ego trip galopante, la tensión crece con la intriga de quién ganará la pulseada del vestuario, aun cuando ya lo sepamos. Así la serie sobrepasa el interés del básquet para volverse un estudio sobre el ego, los juegos de poder y el liderazgo. Es una batalla que incomoda a los campeones verdaderos, pero beneficia a los actores. Es el turno de ellos de ganar y los guionistas deben darles material con qué jugar.

UN EQUIPO GANADOR

En las biopics muchas veces se evita apoyarse en figuras consagradas para que la estrella no eclipse al personaje. Y, claro, porque es más barato apostar por un desconocido. Por eso pueden ser la gran oportunidad de una joven promesa para jugar en primera. En Winning Time la dirección de casting metió tres plenos con los jugadores más importantes del vestuario. Quincy Isaiah contagia el carisma natural de Magic Johnson que nos permite quererlo a pesar de sus fallas; y Solomon Hughes (Kareem Abdul-Jabbar) ni siquiera era actor: era un profesor universitario que solía jugar para los Harlem Globetrotters. Para el papel de Norm Nixon la producción se aseguró el parecido al contratar a su hijo DeVaughn. Su actuación también es excelente, además de ser un curioso psicodrama en público. En especial cuando se lo ve bailando sensual con el personaje de su madre, un poco al estilo de Marty McFly. Los tres despliegan talento actoral y deportivo al disputarse el liderazgo dentro de la cancha. Sin embargo, el mayor enfrentamiento se da entre el entrenador y su superestrella.

¿Cuánta libertad debe perder un jugador “por el bien del equipo”? Esta pelea tan familiar en el deporte puede generar identificación en cualquier grupo de trabajo. “El Sistema” de Westhead (Jason Segal) va en contra de su figura sin calcular la relación de fuerzas y desoyendo los consejos de su asistente Pat Riley (Adrien Brody), que sabe a fin de cuentas quién gana los campeonatos. La serie hace crecer esa tensión dramática jugando con la ansiedad del espectador que sabe que Pat será un mítico entrenador de la NBA. Y Jason Segal, ese actor que suele construir empatía con su sensibilidad, muestra otra faceta en este técnico ególatra, inseguro y terco. El gran trabajo de Adrian Brody y Quincy Isaiah se apoya en ese antagonista insoportable. Y el buen guion de Winnning Time deja en claro que la tarea más difícil de un entrenador es mantener la unión grupal gestionando el poder, la psicología y los deseos de sus jugadores. Una problemática tan actual como la que tuvo el PSG con los liderazgos compartidos de Mbappe, Messi y Neymar que les impidieron ganar la Champions League. Habría que hacer una serie sobre ese vestuario con el duelo entre el mejor del mundo y su sucesor que terminan matándose a goles en la final del Mundial. Hollywood puro.

HERMANASTROS DIVORCIADOS

Al dirigir el primer episodio, el productor Adam McKay le imprimió a la serie su tono documental con toques de comedia que ya le había funcionado en The Big Short y Succession. En este caso adaptó su estilo a los ochentas con un pastiche de filtros de cámara y texturas que generan un lenguaje propio. La propuesta estética es jugada y funciona, porque permite un ritmo vertiginoso para saltar de personajes a través del tiempo. En una historia coral que cubre diez años no es fácil construir una estructura y son los showrunners (Max Borenstein y Jim Hecht) quienes logran enfocar la narrativa usando los partidos de básquet como puntos clave de una era. Cada capítulo funciona.

Sin embargo, en ese complejo balance queda algo relegado Jerry Buss y, tal vez en consecuencia, tampoco tienen tanto espacio los personajes femeninos que nivelaban su costado mujeriego. A pesar de eso, cada vez que aparece John C. Reilley sostiene las escenas con su energía magnética. Fue una elección sensacional para el personaje que, como toda decisión, tuvo sus costos.  En un principio Michael Shannon iba a hacer el papel, pero se bajó una semana antes de empezar a filmar. Entonces Will Ferrell se ilusionó con ser el reemplazo. Después de todo, fue colaborador de McKay durante veinticinco años. “El show es hiperrealístico y Will no se ve como Jerry ni tiene su misma vibra”, se justificó Adam al bajarle el pulgar. Ese fue el golpe final para disolver la productora que compartieron durante 25 años. Desde entonces los amigos no se hablan. Curiosamente Will es fan de Los Lakers, y Adam de los Boston Celtics, el rival más odiado del equipo, al que esperan enfrentar en una tercera temporada… si les dan los números del rating.

RIVALES, NO ENEMIGOS

Los grandes deportistas necesitan de rivales para encender su animal competitivo. The Last dance muestra como Jordan buscaba enemigos para motivarse, algo similar a lo que le pasó a Messi con Van Gaal. La rivalidad de Magic Johnson con Larry Bird representaba también la de dos ciudades con formas distintas de sentir la vida. Era el glamour superficial de Los Lakers contra la clase trabajadora de los Boston Celtic. Winning Time construyó ese antagonismo a fuego lento con la certeza de que jugaban un partido largo, pero el debut de la segunda temporada no fue el esperado y, en un contexto de incertidumbre por las huelgas de los sindicatos de guionistas y actores, eso encendió las alarmas. El periodista Jeff Pearlman, autor del libro Showtime en el que se basa la serie, hasta salió a pedir apoyo en twitter para la tercera temporada. Sabemos que estamos en problemas cuando HBO, la señal que se caracterizó por sus estándares de calidad, le hace caso al algoritmo.

Habrá que esperar entonces para ver si el boca a boca nos permite disfrutar de las finales épicas entre el negro sonriente y el rubio seriote, que tanto se odiaban y terminaron siendo amigos. Si sabremos cómo es que la hija de Jerry Buss logró ser dueña del club, cómo se da la metamorfosis de Pat en uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos, y si es verdad que la cura del sida era ser millonario. Mientras tanto, Winning Time ganó el partido artístico cuando eligió ser fiel a la historia, antes que a las personas. Porque es imposible contar algo basado en hechos reales sin ofender a nadie. A fin de cuentas, toda verdad es subjetiva y lo importante en una ficción no son los hechos particulares, sino que la historia refleje en nosotros alguna verdad universal.