Academia Anderson

Hay ciertos cineastas que narran sus historias con un estilo propio tan inconfundible que se convierten en un género en sí mismo. Wes Anderson es uno de ellos. En Asteroid City parece haber alcanzado un nuevo record: nunca tuvo tantas estrellas compartiendo cartel para jugar con sus personajes. Todos quieren trabajar con él. Pero no siempre fue así. Bottle Rocket, su ópera prima, fue un fracaso comercial. Su verdadero despegue se dio con Rushmore, una comedia que cumple veinticinco años y todavía mantiene la energía arrolladora de un adolescente incomprendido.

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HUELE A ESPÍRITU ADOLESCENTE

Además de ser un muy buen director, a James L. Brooks hay que darle mérito por Los Simpson y por haber descubierto el talento de Wes Anderson y Owen Wilson antes que nadie. Fue él quien los apoyó para convertir el cortometraje Bottle Rocket en una película. Sin embargo, el film no fue admitido en ningún festival, en las funciones de prueba el público abandonaba la sala y el estudio ni siquiera quería pagar para estrenarla. Jim movió sus influencias para que llegara a salas con Columbia Pictures y, después de un año de pasar desapercibidos, celebró la noticia: “Somos de culto”. El chiste terminó siendo cierto. Y la buena recepción de la crítica le permitió a Anderson tener una segunda oportunidad.

Wes quería hacer una película de escuela, pero no sabía que iba a terminar siendo un proyecto tan personal. Después de buscar locaciones en Escocia, definieron que el rodaje fuera en St. John´s School, su propia secundaria. Así es que pudo idear los planos conociendo de memoria cada rincón del colegio de Texas, donde creció. “Al filmar Bottle Rocket tenía plena confianza en lo que hacía…. Y cuando vi que la gente podía rechazarla, eso cambió mi perspectiva sobre las expectativas por siempre. Pero no de cómo debía hacer la próxima”. Algo de esa terquedad se trasladó a Max Fischer, un entusiasta incorregible que convence a todos de sumarse a sus rebuscados planes.

Max es editor del periódico escolar, capitán del equipo de debate y presidente del club de estampillas, de caligrafía, de quemado y de todo lo demás. “Es el peor estudiante que tenemos”, resume el director de la escuela (Brian Cox, el Logan Roy de Succession). Wes tampoco se destacaba por sus notas en la secundaria, pero como Max, dirigía obras de teatro. También como el personaje, Owen Wilson pasó a una escuela pública después de que lo echaran de una privada. Max era rebelde como Owen, excéntrico como Wes y vulnerable cómo ambos. Pero más que nada era parecido a Jason Schwartzman: “La película es su cara, su voz, su personalidad”, según el director.

NACE UNA ESTRELLA

Confiarle el peso de una película a un chico de quince años implica un riesgo. Para minimizarlo, realizaron una búsqueda exhaustiva durante un año por Los Ángeles, Canadá e Inglaterra. Anderson entrevistó a más de mil quinientos chicos hasta llegar a Jason Szhwartzman y decidir, en tres minutos, que tenía a su protagonista. ¿Cómo fue que lo convenció? La respuesta fácil sería: porque es parte del clan Coppola. Pero no fue por eso que se quedó con el papel. Aunque el contexto ayudó, porque fue en una fiesta que la directora de casting le comentó a Sofía Coppola que estaba buscando al protagonista de una película sobre un adolescente excéntrico que escribe obras de teatro y se enamora de su profesora. “Suena como mi primo”, dijo ella. Curiosamente Jason estaba terminando el secundario, había escrito una obra y se había enamorado de una mujer mayor. Pero él no era actor, era baterista. De todos modos, le insistieron y cuando leyó el guion se volvió fanático del sentido del humor del film y decidió ir al casting con un blazer azul de colegio privado que tenía cosido un escudo de Rushmore hecho por él mismo.

Schwartzman llegó a la prueba muerto de miedo, pero al conocer al director se pusieron a charlar con tanta naturalidad que se olvidó por completo de la audición y cuando llegó el momento pudo hacerla relajado. “Nos hicimos amigos de inmediato”, coincide Wes. La amistad creció tanto que con el tiempo Jason reemplazó a Wilson como coautor de sus películas. Y también como Owen, su personalidad es tan particular que se traslada a sus personajes. Ya sea en Viaje a Darjeeling o en Bored to death, ese romántico empedernido, sensible y egocéntrico es su marca registrada. Sin embargo, su doble rol en Asteroid City es tan distinto que lo puso nervioso. Anderson lo alentó a salir de su zona de confort: “Él ve algo en mí que yo no veo. Eso es lo que hacen los amigos, se empujan hacia adelante”. Lo mismo que había hecho antes con Bill Murray en Rushmore.

MUERTO DE ABURRIMIENTO

Rushmore es una comedia sobre un triángulo amoroso de tres personas con el corazón roto. Max perdió a la madre y su profesora Rosemary (Olivia Williams) a su marido. “Está enamorada de un muerto”, dice Herman Blume, el magnate deprimido que odia a sus hijos y estuvo en Vietnam (“I was in the shit”). El papel fue escrito específicamente para Bill Murray, mucho antes de que se convirtiera en la cara de la melancolía. “Tengo la colección más grande de vhs de Bottle Rocket”, asegura Bill. Nunca la vio. Era su agente el que le insistía enviándole copias por correo hasta que por fin logró que leyera Rushmore. Murray se enamoró de la precisión del guion: “Cualquiera que escriba de esa manera sabe exactamente lo que quiere”. Enseguida se comprometió a hacerla.

“Me encanta subirme al barco de los que no tienen oportunidades”. Bill dijo que hubiera hecho la película gratis, y no estuvo lejos, porque cobró el mínimo por sindicato: nueve mil dólares. Y durante el rodaje le dio un cheque por veinticinco mil dólares a Anderson conseguir un helicóptero que el estudio se negaba a financiar. Finalmente la escena no se hizo, pero Wes se quedó el cheque para recordar el gesto: “Es como el padrino de la película”. La apuesta le salió bien, porque ese papel generó un renacimiento en su carrera. Murray pasó a ser un ícono del humor inteligente y desde entonces participó en todas las películas de Anderson, con la excepción de Asteroid City. Y fue porque se contagió de Covid.

¿Hasta qué edad se pueden hacer comedias tontas? Hay que ser cuidadoso, porque existe una delgada línea entre la risa y la vergüenza ajena. Basta con ver a Jim Carrey en la segunda parte de Tonto y Retonto. No todos pueden ser Leslie Nielsen. Por eso Murray es el mejor ejemplo de que los viejos comediantes deben reinventarse. Quizás él mismo quiso hacer la transición con el payaso triste de No tengo cambio, la única película que dirigió. Pero fue Rushmore la que explotó su faceta depresiva, gruñona y ácida con humor deadpan. Desde entonces, su histrionismo característico mutó en el genio cómico melancólico que se consolidó en Perdidos en Tokyo y Flores rotas.

LOS LÍMITES DEL CONTROL

Con  el éxito de Rushmore, Wes Anderson perfeccionó un estilo. Sus meticulosas fabulas con planos simétricos, veloces paneos, cámaras lentas, zooms y la fuente Futura se convirtieron en un sello del director. Tanto que no podemos imaginar que filme de otra manera. De hecho, hay videos graciosos en internet de cómo sería una película de superhéroes o de terror hecha por Wes Anderson. Y muchos copian su estilo para crear falsos trailers con inteligencia artificial. ¿Está encerrado en su forma de hacer cine? “Trato de no repetirme, pero parece que lo hago continuamente. En un tiempo pensé que debía cambiar, pero es lo que me gusta hacer. Es como mi caligrafía como director”.

Los detractores dirán que un buen director debe ser invisible para no distraer al espectador de la historia. Es una crítica que solía tener el cine intelectual de Godard. A Wes Anderson no le preocupa ser el rey del artificio. Su objetivo es construir mundos nuevos que uno quiera visitar una y otra vez. Tiene un nivel de control absoluto sobre lo que hace: en Rushmore hasta filmaba escenas cronometradas para canciones de The Kinks y en edición solo recortó una escena. Pero el artificio no impide que el sentimiento esté presente, solo que amortiguado. La tristeza corre por lo bajo.

Anderson empezó su carrera junto a su amigo Owen Wilson, y fue extendiendo sus afectos a medida que filmaba. En Rushmore incorporó a Jason Schwartzman y Bill Murray, dos socios creativos indispensables en su trayectoria. Y basta con revisar los nombres en el exquisito poster de Asteroid City para ver cuánto creció su familia de colaboradores. “El secreto es encontrar algo que amas y hacerlo por el resto de tu vida”, dice Max Fischer. Para él es ir a un colegio privado. Para Wes es hacer películas con sus amigos. No veo razón por la que tenga que cambiar.