La metamorfosis de Mr. Glover

Cada vez más las plataformas de streaming ofrecen productos prefabricados que no precisan de la visión de un artista para funcionar. Las biopics, remakes y series de superhéroes son negocios cerrados que están diseñados para darle al público lo que quiere. Por eso no dejan lugar al riesgo y rara vez desafían al espectador. En la cuarta temporada de Atlanta se burlan del reinado del algoritmo con Mr. Chocolate, un extraño personaje que dirige los rodajes a través de un altoparlante y escribe a una velocidad pasmosa tocando un piano que, en vez de música, saca guiones de series. ¿Cómo logró Donald Glover contar algo tan absurdo en una comedia dramática sobre un rapero y su manager? “No estoy haciendo un programa de televisión, sino una experiencia”, explicó en una entrevista que se hizo a sí mismo. Él representa una anomalía que resiste a la tendencia con televisión de autor de alta calidad.

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La edad de oro de la televisión que inauguró Los Soprano a principios de este siglo permitió, entre otras cosas, una mayor experimentación con los formatos. Dentro de la comedia, Louis C.K. fue uno de los pioneros que se alejó de las risas calculadas de las sitcoms para jugar con ritmos irregulares en una narrativa donde la comedia se entremezclaba con el drama. Y lo logró negociando control absoluto a cambio de un presupuesto muy bajo. Para algunos el objetivo no es acumular dinero. “Cada uno define lo que es el éxito y el fracaso. Para mí es tener autonomía”, coincide Donald, que con la fuerza de su talento fue ganando poder: “Cuando llegás al tope podés hacer el baile que quieras”. Así alcanzó una libertad creativa asombrosa en Atlanta, el último eslabón en la evolución de las series.

TWIN PEAKS PARA RAPEROS

“La gente negra no tiene control sobre la narrativa de sus historias. Siempre las escribieron otros”, dice Donald. Junto a Jordan Peele y Steve McQueen él es una de las excepciones de esta época, como antes lo hicieron íconos como Richard Pryor, Spike Lee o David Chappelle. Glover solía ser el único escritor negro en 30 Rock, y cuando le tocó el turno de armar su propio equipo rompió con la tendencia: en Atlanta todos los “guionistas” eran afroamericanos. Las comillas son porque, como su hermano Stephen, casi ninguno tenía experiencia en televisión. “Quería personas con experiencias similares que entendieran el lenguaje y la forma de pensar de los personajes en ese contexto”. El experimento no le salió mal, porque Atlanta es una serie absurda que nunca deja de sentirse realista, donde los arcos de temporada son menos importantes que las situaciones que puedan surgir de los personajes.

Los ejecutivos de FX no pensaron que estaban corriendo un riesgo demasiado grande al dar luz verde al proyecto. Donald les pitcheó la historia de Earn, un ex universitario que regresa a Atlanta sin dinero para mantener a su novia Van y su hijita Lottie; y al descubrir que su primo Alfred sacó un hit de rap bajo el alias Paper Boi, se propone manejar su carrera. Sería una comedia dramática con la escena musical como trasfondo, contada por alguien que la vivió desde adentro. Sin embargo, con el correr de los episodios el tono fue cambiando, incorporando la parodia, el realismo mágico y la distopía sin dejar nunca de ser extraña, existencialista y reflexiva sobre la cuestión racial en los tiempos modernos. “Merecemos calidad, algo que no sea fácil de digerir para todos al mismo tiempo”, asegura el director.

Algo similar solía decir David Simon, el creador de The Wire (una de las mejores series de la historia) cuando le decían que tenía demasiados personajes a la vez y la jerga callejera en la que hablaban era muy difícil de entender: “A la mierda con el espectador promedio”. Simon podía cambiar los protagonistas de una temporada a otra para mostrar el problema de la droga desde múltiples puntos de vista. De la misma manera, Atlanta se permite cambiar de géneros para seguir cualquier idea atractiva que represente el problema racial desde otro ángulo. Ambas exigen mucho al espectador y por eso no son fáciles de recomendar, pero los que tienen paciencia se llevan la recompensa. Tal vez Darius sea el personaje que mejor encarna el espíritu de Atlanta. Es un alma sabia, relajada e impredecible que vive en una realidad paralela donde el surrealismo se cuela revelando los misteriosos mundos que existen dentro de nuestro mundo. Con la filosofía de dejarse llevar puede aceptar lo que sea, como sucede con la serie, que fue mutando con el tiempo igual que su creador: “Así lo diseñé”.

UN HOMBRE RENACENTISTA

La transformación de Donald Glover fue incesante y vertiginosa. Pasó de ser un pequeño testigo de jehová al que le prohibían ver televisión a escribir para 30 Rock con tan solo veintitrés años, después de que Tina Fey lo descubriera en sus clases de improvisación. Pero no duró mucho, porque renunció para intentar una carrera de stand up; que después abandonó para desembarcar en Community, esa comedia desenfrenada filmada con maestría por Dan Harmon. Tampoco ahí se quedó demasiado. Es como si Donald se negara a sostener una identidad fija y va a tientas buscando los límites de su talento, como un Childish Gambino (niño inmaduro), el nombre que adoptó cuando se convirtió en rapero.  

No debe haber sido sencillo para un joven dulce, inteligente y gracioso meterse en una comunidad cerrada donde la masculinidad tóxica es la moneda de cambio. En sus letras se puede leer su lucha por mantenerse real mientras los haters lo cuestionan. “No soy como los otros, no soy el más cool, pero tengo pasión -canta en All the shine – Me da gracia como estos negros tratan de parecer peligrosos”. Sin embargo, como siempre, se abrió paso con su talento. Y a través de Paper Boi expresó la contradicción de tener que proyectar credibilidad callejera manteniéndose fiel a su esencia de hombre sensible en la era de las redes. Su carrera musical fue un éxito, pero fue en Atlanta donde mejor pudo usar su voz.

EL CABALLO DE TROY

“Cuando oí por primera vez la idea de un Justin Bieber negro pensé que eso podía romper el formato del show”, confesó Hiro Murai, el director de videoclips que pasó a ser su dupla creativa. En ese writers room de gente sin experiencia, todas las ideas eran bienvenidas mientras iban descubriendo entre todos qué podía ser Atlanta. Por eso en un episodio el formato mutaba a un talk show donde Paper Boi se enfrentaba a un joven negro que se autopercibía blanco y en otro Darius era el protagonista en la siniestra mansión de Teddy Perkins, una parodia de Michael Jackson. Así la serie fue cobrando vida propia dentro del “caballo de Troy” (el personaje de Donald en Community). Cualquier comentario sobre la realidad podía presentarse a través de alguno de los personajes. Y pronto, ni siquiera ellos fueron necesarios.

Después de un parate de casi cuatro años, Atlanta regresó más disruptiva que nunca con un capítulo que no incluía a ninguno de los cuatro protagonistas. Así comenzó una temporada que alternó las aventuras del grupo de gira por Europa con historias independientes autoconclusivas. Era como si hubieran decidido aprovechar el público cautivo para hacer otra serie dentro de la serie: una suerte de Black Mirror para la comunidad afroamericana. Desde entonces hubo lugar para descendientes de esclavos autorizados legalmente a exigir dinero a los tataranietos de sus amos; para ver a Liam Neeson en el bar de los cancelados o para el falso documental sobre el Ceo negro de Disney que hizo una película sobre Goofy, el personaje que mejor representaba a su raza. Atlanta pasó a ser pura experimentación, siempre con humor inteligente, paciencia narrativa y una calidad visual cercana al cine.

“Aunque no te guste, no podés decir que no tiene mucha calidad. Eso es indiscutible”, se defendió Glover ante las críticas. Y también lo hizo desde la ficción, cuando un excéntrico chef negro debe tomar de rehén a Paper Bpi en su restorán de sushi para que no huya a comer el pollo frito de siempre. Más meta no se consigue. “Solo quiero hacer es algo que pase la prueba del tiempo”, explica Glover. Y ya con la serie finalizada, no quedan dudas de que lo logró: Atlanta es una serie de paladar exquisito. Mientras esperamos su estreno demorado en el país, se puede ver El enjambre, su nueva serie, en Amazon o ilusionarse con su próxima adaptación del Sr y la Sra Smith. Una de terror y una comedia de espías, al menos en apariencia, porque conociendo a Donald, el resultado puede ser cualquier cosa.